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Mostrando entradas de 2021

Las huellas de un maestro

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  Recordaba las lecciones que me dejó, incluso con precisión los años que me enseñó; 1978, 1979, en 5to y 6to grado de primaria en el colegio Claretiano de Trujillo. ¿El curso? Ciencias histórico-sociales, pero no recordaba su nombre. Pregunté a varios compañeros de clase y también recordaban sus lecciones pero no su nombre, hasta que la memoria prodigiosa de mi amigo Kike Tantaleán nos redescubrió el nombre hasta con los dos apellidos: Mario Rojas Velezmoro. Gracias a él descubrí el placer de escribir, nos dejó de tarea que cada uno de los 42 alumnos del salón tendríamos que investigar con conocidos y familiares alguna historia, mito o leyenda, escribirla (no necesariamente a máquina, podía ser a mano, pero con la mejor letra posible), hacer 42 copias,   así como hacíamos con los cromos de los álbumes (el más popular de aquella época era el del mundial Argentina 78) intercambiar copias y archivar en un folder de manera que tendríamos al final una recopilación con 42 escritos. Así me

¿Qué hacemos con los panetones?

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  Advertencia: esto es ficción cualquier parecido con la realidad es solo casualidad. Llegó temprano a la oficina como de costumbre, pero ya la tarde anterior se había enterado: como nunca habían ordenado retirar los panetones. ¿Qué dirá el jefe? ¿Se habrá enterado? Recordó la conversación con Daniel –su jefe– hace tres meses. –¡Gómez! ¡No puede ser! ¡Tanto ha subido el costo de los panetones! –Daniel sorprendido y contrariado. –Sí, se ha incrementado 35% –Para colmo tenemos nuevo gerente y quiere hacer mérito, ¡no puedo darle esas cifras! –Subió el dólar, la inestabilidad política, la pandemia, la inflación…–Gómez lo tenía claro. –¿Me crees cojudo? ¡Claro que sé todo eso! Pero ¡no podemos subir tanto nuestros precios! ¡El año pasado la competencia nos ganó en precio y vendió más! –Pero esos son los costos que nos envían los de planta ¿me busco otro proveedor? –Sí, averigua otro proveedor y amenaza con irnos, no sé cómo haces Gómez, pero baja el precio por lo menos 5% c

Dulce experiencia diabética

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  En la búsqueda de bajar de peso encontré un canal de You Tube llamado Metabolismo TV, que si bien muchas de las informaciones que presenta no tienen sustento científico (me gusta que los videos muestren los enlaces de sus fuentes y que estas sean de revistas científicas), sí, me pareció rescatable el consejo de hacerse un estudio particular de cómo trabaja el metabolismo de cada uno. Para ello proponía comprar un glucómetro, tomarse la glucosa en ayunas, anotarla, ver si está en rangos normales que son de 80 a 100 mg/dl, comer, anotar lo comido y 2 horas después volverse a medir y si los valores son parecidos es que ese alimento ha caído bien, y si la glucosa aumenta demasiado es que engorda. Compré un glucómetro y empecé mi “estudio”, los rangos de glucosa en ayunas por lo general eran normales y poco a poco fui identificando los alimentos que la elevaban, pese a que nunca he sido de tener excesos con el alcohol, el tabaco y otras drogas, mi debilidad son los dulces: sabiendo que

La inspiración del emprendedor del barrio bravo

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  Recibí una llamada un sábado por la mañana, la referencia era que le habían dado mi número en mi antiguo empleo, cada cierto tiempo tengo la suerte de recibir estas referencias por los buenos recuerdos compartidos en trabajos anteriores. –Quisiera que veas mi planta industrial. –¿Qué produce allí? –Todavía no estoy produciendo, pero quisiera que se fije en los detalles para poder ponerla en operación. ¿Podría venir hoy? –Claro. –Bien, mi planta queda en el Callao, pero por un tema de seguridad, venga sin auto, por favor espéreme a las 3 de la tarde en la puerta de Plaza Vea de Sáenz Peña. Acepté ir, y mientras esperaba en la puerta del supermercado me imaginaba muchas cosas: ¿por qué el tema de la seguridad? ¿No será que en vez de leche de soya produzca otra cosa? En eso estaba cuando apareció un taxi. –¡Ey Jorge! ¡Soy yo! ¡Suba rápido! Llegamos al Jr. Loreto, se veía todo tranquilo, aunque al proyectarme pensé que probablemente tendría dificultades para salir de allí

El ocaso del preguntón

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  Eran comienzos de los años setenta y mi padre estudiaba los últimos años de ingeniería electrónica en la Universidad Nacional de Ingeniería. En la clase había un compañero que se caracterizaba por atosigar de preguntas a los profesores, al parecer era su forma de destacar, lo cual molestaba a los demás pues no parecía una honesta curiosidad o duda sobre los temas tratados sino solo el ánimo de querer lograr notoriedad. Hubo un día que mi papá llegó tarde a una clase de Tecnología mecánica y se sentó en la carpeta más cercana para pasar lo más desapercibido posible, pero para colmo justo llegó junto con el preguntón. “qué piña, estoy al lado del espesazo este”. El profesor mostraba el plano de una máquina en la cual aparecía un ángulo de 30 grados. En eso a mi papá se le ocurre susurrarle al preguntón: –¿Qué raro que nadie le pregunte sobre el plano? –¿Qué cosa? –preguntó el preguntón. –No tiene importancia. –Dime nomás que yo le pregunto. –Los grados, no ha especifica

El dragón de Lunahuaná

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  El trabajo en la planta industrial era parejo, constante, y también cansado. Por ello la empresa tenía a bien unas tres veces al año darle un relajo al personal con buena comida y un paseo. Era muy democrático, en las reuniones mensuales se proponían los lugares y a veces hasta los menús. Ese año ganó Lunahuaná, aquel hermoso pueblo al sur de Lima,   Se habilitaron dos buses para trasladarnos, en mi bus iban además de todos los que trabajábamos en planta el gerente de la empresa. Una vez en Lunahuaná nos hicieron los tours respectivos, almorzamos, hicimos algunos juegos y para cerrar visitamos las bodegas vitivinícolas. En estas bodegas nos permitieron degustar vino y pisco el cual fue del gusto unánime de las mayorías, los precios eran de productor, mucho menores a los que se encuentran en Lima. De manera que cada uno compró como promedio unas tres botellas entre vinos y piscos. Ya de regreso, el chofer puso música cumbia, la cual nos contagió alegría a tal punto que surgió la idea

¿De qué mueren los oréganos?

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  Era el engreído de la cocinera, una morena gorda, risueña, temperamental de hablar fuerte. Solía cuadrar a quien no le comiera toda su comida. Era comprensiva pues decía: “si no quieres comer avisa y te sirvo poco”, no quería desperdiciar la comida. Me era fácil estar invicto de sus reproches, cocinaba riquísimo. Pero, ese día dejé la sopa. Y me cuadró. –Ey, ey, no se me vaya –a todos nos gritaba de usted, el comedor se llenó de curiosos silencios– ¿Por qué no ha terminado la sopa? –Porque hay unas cositas que flotan que parecen… –¿Qué parecen qué? –Puso sus brazos en jarro y golpeteaba su pie derecho. –Parecen cucarachitas… –¿Cómo van a ser cucarachas hijo? ¿Usted sabe lo pulcra que soy? –No tenía por qué dudar, me constaba que era fanática de la limpieza–¡Mire bien! ¡Son oréganos! –miré con fijación y di mi asentimiento. Pero a partir de allí cada cucaracha que aparecía por la empresa se le llamaba orégano. Un día, los “oréganos” empezaron a aparecer muertos. Me preoc

Don Mode el sabio y el final de mi búsqueda

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  Eran mediados de los 90s. Conocí a una pitonisa que gozaba de gran prestigio en Argentina siendo peruana, aprovechando que estaba de paso visitando a su familia le hice una consulta sobre cómo ve mi futuro. Su método de adivinación era tomarte la muñeca entre sus dedos como tomando el pulso. Cerraba los ojos y veía: “Veo árboles, vivirás al frente de ellos y serás muy feliz”. Desde entonces busqué primero en Perú después por todo Sudamérica un lugar donde podría ser feliz frente a los árboles.  –¡Don Ata! ¿Porqué viajas tanto? En cuanto tienes unos días libres te vas –me preguntó Don Mode, un gran amigo y compañero de trabajo. –Porque estoy buscando pues Don Mode, busco el lugar lleno de árboles donde seré feliz que dijo la pitonisa. Renuncié al trabajo y dejé de ver a Don Mode. Pasados 15 años volví a trabajar con él. –¿Y don Ata? ¿Encontraste lo que tanto buscabas? ¿Encontraste tu casa frente a los árboles? –Nada don Mode, seguramente la pitonisa se equivocó. Uno de esos días llega

El pastor mentiroso

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  Aquella semana tenía en casa dos cosas por hacer que salían de la rutina de trabajar, comer y dormir: terminar de leer el libro de Paul Ekman “Cómo detectar mentiras”, y cambiar la puerta principal de madera por una metálica. Para el segundo objetivo nos recomendaron un maestro que además de carpintero metálico era pastor evangélico, cosa que le daba un plus de confiabilidad. Mientras avanzaba mi lectura el carpintero metálico avanzaba en la instalación de la puerta. Una vez terminado el trabajo, retirado y remunerado el “maestro”, nos percatamos que se había soltado una de las soldaduras. De manera que tomé mi auto y me acerqué a su taller. –Maestro, se ha desoldado una de sus costuras y la puerta se ha descentrado si desea lo llevo en el auto para que lo corrija, para usted seguro es algo simple. –Ahora no puedo, porque tengo que hacer otro trabajo –al mirarlo a los ojos según lo aprendido de Ekman, el pastor en contra de sus propios mandamientos ¡me mentía! Me fastidié.

El parroquiano virgen

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"Todo acabaré olvidándolo un día, excepto algunos besos" Lucian Freud (pintor)   A mis 19 años, mediados de los 80s, andaba triste. Me distraía entre los deberes de la universidad –primer año de ingeniería química–, los rechazos de la mujer que quería y el tener temas para escribir. Vivía en la urbanización Salamanca en Ate y un amigo –el primer amigo desde la infancia del que tengo recuerdo–, me contó que había ido al famoso “Cinco y medio”. –Pero ¿ese no es un telo? ¿Con quién fuiste? –Solo nomás, hay una zona al costado donde te atienden. Está 60 lucas. –Pucha, no me alcanza, además con lo que me pasó en “La Nené”, ni ganas de ir a esos sitios. –Este es distinto, hazme la taba, vamos para que sapees, estoy misio sino me meto de nuevo, ni pasaje vamos a gastar, esa vez fui porque me lo pagó un tío. Y fuimos caminando. Era martes, solo había un auto en el amplio estacionamiento con discreta luz. Dentro, era un acogedor ambiente con tenue luz verde no muy amplio –

Escuchando a seres de otros tiempos

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  La sesión empezaba a las cuatro de la tarde. Como siempre, unos llegamos agitados, pero puntuales –por lo general los que vivimos más lejos–, Aunque era bacán porque podíamos comentar los pormenores de la reunión anterior. Así, nos remontamos a épocas anteriores a la era actual, la importancia de Filipo II –padre nada menos que de Alejandro magno– en la reconstrucción de Macedonia, la formación de un ejército ordenado, sus intrigas,   utilizando el oro para sobornar a las autoridades de otros reinos, aumentando sus dominios. Cuando, por fin, atacó a la independiente Bizancio, estratégica para marchar sobre Atenas planificó atacar protegido por la noche, fracasando en el intento, al no contar con la aparición de la luna en cuarto creciente y su luz reveladora. Desde ese momento Bizancio rinde homenaje a la media luna y a la estrella del alba como si fueran dioses. –¿Qué espíritu nos tocará hoy? –Depende del maestro, debe tener los resultados de la encuesta. –¿Quiénes eran altern

Cucurrucucú

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Era de madrugada. Al ir al baño y prender la luz, escuché un inusual canto de paloma. Claramente la tonalidad de ese cantar era de reproche, pongámoslo en humano: eran improperios –por decir lo menos–. Así que tenía nuevos vecinos. Se habían instalado en el tragaluz aprovechando su malla protectora. A partir de ese momento, al azar de mis visitas al baño, me enteré de sus rutinas. Pude sentir los diversos estados de ánimo expresados en sus cantos: alegres al amanecer y pausados al final del día. Hasta escuché el frenético aleteo y sus gorjeos de placer de cuando se amaban, cuya frecuencia, lo declaro con hidalguía, me causó cierta envidia. Pronto –era de esperar–, llegó la prole. Su piar hambriento desde las ocho hasta las diez de la mañana hora en que llegaba un satisfactorio silencio seguramente por estar ya alimentados. Al comienzo no hubo mucho problema con ellas, incluso muchas veces trataba de no prender la luz para no molestarlas, y a veces –sin explicación, solo por perve

Vacunación en Ventanilla: entre penas y gran alegría

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Con la fecha y hora verificada en la página https://consultas.pongoelhombro.gob.pe/#/   me enteré de que mi vacunación para prevenir el temible COVID 19 me tocaba el jueves 1 de julio entre las 7 am y 8 am en el Liceo Naval Capitán de Corbeta Manuel Clavero Muga en Ventanilla. De manera que, con mi doble mascarilla, mi hoja de consentimiento llena y firmada con la rúbrica idéntica a la de RENIEC (para evitar a esa gente sensible con las formalidades), me enrumbé caminando. Llegué 6:55 am y me puse en la fila de aproximadamente cien metros de extensión. Se fue acumulando y acumulando la gente, al comienzo parecía el más joven de la cola –no sé por qué a los mayores les gusta madrugar–, pues conforme fueron llegando detrás, pude notar personas con aspecto más juvenil. El desayuno había sido ligero: unas galletas de soda con mermelada y un apurado café instantáneo. De manera que, a los 30 minutos de espera, el apetito hacía guiños. De un momento a otro se aparece una señora con dos panes

Matrimonio Huanca

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  Si bien es muy conocido mi sentido del ahorro, estimaba al novio de manera que haría un derroche en la compra del regalo: me fui al Mercado Central de Lima y en un arranque botarata compré una caja de copas de cristal originarias de la provincia china de Jiangsu. Me dije que tendría que, no solo el contenido ser valioso, sino parecerlo, de manera que lo llevé a que lo envolvieran profesionalmente. La boda se realizaría en la “incontrastable” ciudad de Huancayo, así que enrumbé hacia allá. Llevaría mi auto pues poner el preciado obsequio en la bodega de un bus por más vip que este sea, correría el riesgo de vulnerar su consistencia debido a su frágil y exquisita naturaleza. Me sorprendió que después de la ceremonia religiosa, la recepción sea en un coliseo. Desde una cuadra antes se escuchaba el ritmo de un cadencioso, pero a la vez alegre Huaylarsh, producida con maestría por un conjunto de saxofones, violines, clarinetes y arpas. La voz de un maestro de ceremonias animaba la r

La oración de los pingüinos

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  Eran mediados de los 90s y me disponía a ir de paseo con Úrsula rumbo a Huamanga, Ayacucho. Fuimos a un terminal de la Av. Grau y al subir al bus, me impresionó ver 8 pingüinos sentados cómodamente en el bus. De inmediato recordé la primera vez que vi un pingüino, tendría 7 u 8 años íbamos en auto con mi tío Pelo manejando a recoger del trabajo a mi abuelo, cuando mi tío dice: –¡Mira sobrino! ¡Un pingüino! –de inmediato vuelvo la vista hacia donde miraba mi tío y no había ningún pingüino. –Tío, ¡no veo ningún pingüino! Y mi tío estalló en risas. –Sobrino ¿no la ves? –¿Qué? ¿Todavía sabes que es hembra? –me esforzaba por querer verla. –¡Es la monjita sobrino!, a las monjitas les decimos pingüinos. Y todo cobró sentido. También me reí. A partir de allí me acostumbré a llamarles de cariño pingüinos a las monjitas. Volviendo a nuestro viaje a Huamanga, había 8 pingüinos –monjitas–, cómodamente sentadas en el bus. El viaje transcurría normal, durmiendo toda la noche, p

El gambeteador de los trebejos

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  Tener un hermano 7 años mayor debe ser un poco torturante, pues a la luz de la experiencia siempre el ser humano aprovecha las ventajas en especial cuando se trata de juegos. Recuerdo que observé un partido de la Copa América 1979 entre Perú y Chile, donde el trámite del partido lo llevaba Perú con buen dominio, con la selección chilena a la defensiva, pero los goles los metía Chile con la exquisita ubicación y técnica de su goleador Carlos Caszely. Comprendí que en el fútbol no había una correlación entre esfuerzo y triunfo, o si la había no era por correr más o dominar más sino por una buena táctica. Decidí afianzar este conocimiento. En el patio de la casa pusimos dos sillas de madera en los extremos de manera que eran los arcos. Quedamos en jugar 20 minutos cronometrados con un reloj despertador –tecnología de finales de los 70s–. Apliqué la táctica chilena, cubrí tácticamente mi arco-silla y solo atinaba a tratar de quitar la pelota y despejarla donde sea. Mi hermano cor

El secreto del gol tempranero

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  Mi papá fue un tremendo jugador de fulbito hasta su retiro alrededor de los 50 años. De lo mejor que he visto, mágico con el balón. Jugó en uno de los campeonatos más emblemáticos que hay en el Perú que es el mundialito del Porvenir cuya final se juega todos los años los primero de mayo en la avenida Parinacochas en el distrito de La Victoria, saliendo campeón el año 1962 con su equipo el Sacachispas-Bolognesi. Este campeonato tiene una particularidad, en caso de empatar en goles, se contabiliza, tiros de esquina y laterales. Justamente estando empatados en todo y mi papá con el balón, el entrenador le grita que consiga un tiro de esquina, así, logro hacerle rebotar el balón a un rival y generar el tiro de esquina y el ansiado campeonato. Le tomaron fotos y salió en la revista O cruzeiro de Brasil, un agente fue a visitar a su padre–mi abuelo– para llevárselo a jugar a aquel país, pero éste no aceptó la propuesta, pues prefería un hijo con estudios universitarios. Con los años, cua

La secuencia musical

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  En el Trujillo de la primera mitad de los 80s, para los que teníamos teléfono era una maravilla: tarifa plana. De manera que podía conversar horas y horas con los amigos de Colegio.   Pero un día se me llenó el alma de misterio cuando una chica llamó y preguntó por mí. –No sabes quien soy, solo te puedo decir que soy hermana de uno de tus compañeros del colegio. –A ver, a ver… –empecé a nombrar a todos los compañeros que recordaba tenían hermana, a algunas las conocía, de manera que podía ir descartando. Ella se mataba de risa envuelta en el misterio. Me presentó a su amiga y de ella si me podía dar el nombre: Patricia. Sus llamadas me resultaban gratas. Y de su amiga más, tal es así que con ella prolongábamos la conversación por la noche. En aquella época no había identificador de llamadas así que era imposible hallarla como se haría hoy. Pasaron los meses y me percaté de un detalle: de fondo se escuchaba siempre la misma secuencia de canciones: empezaba con “La canción in

¿Duele?

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  Eran mis épocas universitarias a finales de los 80s. Amanecí con un fuerte ardor de garganta y curiosamente mi papá también. Así que al conversar con él y ver que los síntomas eran similares, tuvo una “brillante” idea. –Vamos al médico, lo que te recete a ti, yo también lo tomo y me ahorro una consulta. –Tiene lógica. Fuimos por la tarde. –Uy caramba –dijo él médico–es una infección un poco fuerte, pero lo solucionamos con un par de inyecciones. –Ok –dije yo, pero interrumpió mi papá. –¿No se podría solucionar con pastillas? Es que él le rehúye a las inyecciones. –No papá, yo normal, más bien uno se recupera más rápido. –Pero, siempre le has corrido a las inyecciones –mi papá enrojeció. Una vez fuera me dijo: –Tengo un plan, tomamos un micro hasta el óvalo de Higuereta, allí vamos a la farmacia y aprovechamos para que allí te apliquen la primera inyección. De allí tomamos otro micro hasta la casa. –¿Y tu no te vas a poner? –Me dices si duele, no vayan a ser es

El admirador misterioso

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  El camino trujillano para ir al colegio era rutinario. Las mismas personas en el paradero, los mismos pasajeros en el microbús, recuerdo que era una línea color verde al que llamábamos “el California”, pues su último paradero era en la urbanización California sonde quedaba mi colegio. Era un ecosistema muy sensible, bastaba adelantarse o atrasarse un par de minutos para que el paisaje cambie y te sientas un intruso dentro del microbús. Recorría la imagen de las gentes e imaginaba qué harían cada uno, por supuesto, con las limitaciones propias de mi poca edad. Pero había una escolar, que seguramente tendría 13 años como yo, que me impresionaba y activaba en mí, el imaginar historias con ella. Entonces decidí escribirle: le dije en una carta que me alegraba verla todos los días y que imaginaba que íbamos al cine, caminábamos por Huanchaco, y recorríamos Trujillo siempre juntos. Le narré que me había percatado que estudiaba en el colegio Hermanos Blancos y que los jueves se veía hermosa

¿Cómo se produce el oxígeno medicinal?

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  Con el inicio de la pandemia por la enfermedad COVID19 por el virus SAR-COV-2, los pacientes pierden capacidad pulmonar, y al tener menos capacidad de captación de oxígeno, necesitan oxígeno de mayor concentración al que tiene el aire por ello el uso de oxígeno medicinal se ha vuelto el único medicamento efectivo para vencer la enfermedad.  Voy a tratar de explicar el cómo se produce de la manera más sencilla. Hay dos formas más comunes de producirlo: 1.Por destilación de aire (ciclo de Claude, más eficiente que el más antiguo proceso Linde).  2.Por adsorción con un tamiz molecular (método PSA por sus siglas en inglés “Pressure Swing Adsorption”). En ambos casos nuestra materia prima principal es el aire. La composición del aire básicamente es 21% de oxígeno, 78% de nitrógeno, 0.93 % de argón, 0.04 % de dióxido de carbono y pequeñas cantidades de otros gases. El aire también contiene una cantidad variable de vapor de agua, en promedio alrededor del 1 % al nivel del mar y del 0.4 % en

Los sueños hípicos de mi abuela Fausta

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  Eran finales de los 70s o comienzos de los 80s. Mis abuelos piuranos vivían en Lima, mientras que mis padres, mi hermano y yo en Trujillo. Las vacaciones de tres meses de verano las pasábamos con los abuelos en Lima. Con qué cariño los recuerdo. Mi abuela siempre risueña, atenta ante la ocurrencia de alguien para explotar en estruendosa carcajada. Mi abuelo se contagiaba de ella, y todos disfrutábamos de sus cualidades culinarias, pues como buena hija de la ciudad de Catacaos cocinaba delicioso. Ella expresaba su cariño con su risa, con sus comidas y con sus oraciones. Con mis abuelos aprendí mucho, mientras mi abuela era de tener un pensamiento mágico, muy religiosa, mi abuelo era más de la lectura y la razón. Dentro de la magia de mi abuela estaban sus sueños hípicos. Su apuesta favorita era la dupleta (acertar los ganadores de dos carreras seguidas). Si no estaba cocinando o haciendo sus quehaceres domésticos estaba estudiando los semanarios hípicos, si mal no recuerdo su favo