¿De qué mueren los oréganos?
Era el engreído de la cocinera, una morena gorda, risueña,
temperamental de hablar fuerte. Solía cuadrar a quien no le comiera toda su
comida. Era comprensiva pues decía: “si no quieres comer avisa y te sirvo poco”,
no quería desperdiciar la comida. Me era fácil estar invicto de sus reproches,
cocinaba riquísimo. Pero, ese día dejé la sopa. Y me cuadró.
–Ey, ey, no se me vaya –a todos nos gritaba de usted, el
comedor se llenó de curiosos silencios– ¿Por qué no ha terminado la sopa?
–Porque hay unas cositas que flotan que parecen…
–¿Qué parecen qué? –Puso sus brazos en jarro y golpeteaba su
pie derecho.
–Parecen cucarachitas…
–¿Cómo van a ser cucarachas hijo? ¿Usted sabe lo pulcra que
soy? –No tenía por qué dudar, me constaba que era fanática de la limpieza–¡Mire
bien! ¡Son oréganos! –miré con fijación y di mi asentimiento.
Pero a partir de allí cada cucaracha que aparecía por la
empresa se le llamaba orégano.
Un día, los “oréganos” empezaron a aparecer muertos. Me
preocupé: “lo que los mata nos puede hacer daño también” –pensé.
Lo comentaba a todos, pero nadie me sabía dar razón. Hasta
que una tarde a la hora del lonche, vi a un tipo que ponía una especie de
macilla por los rincones del comedor. Le pregunté qué era lo que pegaba y me
contó su historia:
“Un día estaba en una video llamada
con un amigo de Australia cuando salté de susto pues apareció una cucaracha, se
lo comenté a mi amigo y éste me comentó que allá hay un producto muy bueno que
elimina completamente a estos insectos. Me lo envió y una maravilla. Cuando
perdí el trabajo me acordé de este producto y me volví exterminador de
cucarachas”.
Hicimos amistad y empecé a
recomendarlo donde podía, creció mucho hasta el punto de colocar su producto
hasta en el Palacio de Gobierno. Pero eso no le ha quitado su sencillez.
El producto consiste en una mezcla
maleable que por un lado alimenta a las cucarachas y por otro las elimina. Al
ser un alimento para ellas, éstas deciden poner sus huevos allí, eliminando a
las futuras cucarachitas. Así fue el final de los “oréganos” y la tranquilidad
para saborear la sopa sin sospechas.
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