El ocaso del preguntón
Eran comienzos de los años setenta y mi padre
estudiaba los últimos años de ingeniería electrónica en la Universidad Nacional
de Ingeniería.
En la clase había un compañero que se
caracterizaba por atosigar de preguntas a los profesores, al parecer era su
forma de destacar, lo cual molestaba a los demás pues no parecía una honesta
curiosidad o duda sobre los temas tratados sino solo el ánimo de querer lograr
notoriedad.
Hubo un día que mi papá llegó tarde a una clase de
Tecnología mecánica y se sentó en la carpeta más cercana para pasar lo más
desapercibido posible, pero para colmo justo llegó junto con el preguntón. “qué
piña, estoy al lado del espesazo este”.
El profesor mostraba el plano de una máquina en la
cual aparecía un ángulo de 30 grados. En eso a mi papá se le ocurre susurrarle
al preguntón:
–¿Qué raro que nadie le pregunte sobre el plano?
–¿Qué cosa? –preguntó el preguntón.
–No tiene importancia.
–Dime nomás que yo le pregunto.
–Los grados, no ha especificado si son Fahrenheit o
Celsius –sin pensarlo dos veces el preguntón se lanzó.
–Profesor, disculpe no ha especificado si esos
treinta grados son Fahrenheit o Celsius.
–¿Cómo? –se sorprendió el profesor –, está
bromista hoy, salga de la clase de inmediato –el preguntón salió cabizbajo, no
sin antes mirar con reproche a mi papá.
Cuando se encontraron después de clase, el
preguntón le comentó:
–Me cagaste.
–Es que tu preguntas hasta por las puras, por si
acaso eran grados sexagesimales.
–¡Fuera de acá!
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