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Mostrando entradas de 2025

La química del reencuentro: cariño de alta pureza

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En la ciudad de Huacho, cuando tenía apenas tres años, descubrí una verdad que aún me acompaña: el afecto más puro no necesita palabras. Mi padre había sido enviado a trabajar fuera de Lima por un tiempo, y su ausencia marcaba mis días con un hueco que solo se llenaba en el momento del reencuentro. A veces era él quien regresaba; otras, éramos mi madre y yo quienes viajábamos para verlo. En ambos casos, mi reacción era la misma: una alegría desbordante, visceral, como un pequeño estallido en el pecho. Una fiesta del alma. Con los años, esa memoria emocional ha regresado a mí desde lugares inesperados: el salto de Pelusa, la perrita de mi enamorada de aquellos años universitarios; el ronroneo cómplice de Napoleón, mi gato de épocas intensas y existenciales; la mirada de Charly, mi pato de infancia, y la fidelidad silenciosa de su compañera Daysi. Hoy, en el presente compartido con Derridá —mi gata con nombre de filósofo y alma felina— sigo reconociendo ese mismo patrón. Lo curioso es qu...

Cómo engañar a los arqueólogos del futuro (y de paso a algunos cuantos votantes)

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  Año 4525. Una expedición de arqueólogos interplanetarios desciende en lo que alguna vez fue la región de Trujillo, en la costa de un planeta que los antiguos llamaban “Tierra”. Entre escombros de concreto y plásticos fosilizados, descubren una colosal cabeza de bronce con gesto adusto, ojos sin alma y una sonrisa petrificada que sugiere confianza… o estreñimiento. Tras años de estudio, los expertos de esa civilización concluyen que este busto representaba a un alto sacerdote del saber, probablemente un filósofo-rey, venerado por su sabiduría y su papel en la educación de las masas. Las inscripciones halladas en ruinas cercanas (en un dialecto del español deformado por slogans) hablan de "plata como cancha", que los académicos interpretan como una metáfora sobre la abundancia de conocimiento. Se teoriza incluso que esta figura era el dios tutelar del “Milagro”, una urbe sagrada cuyo nombre evocaría prodigios intelectuales. Lo que no logran descifrar —porque la ironía rara ve...

¿Evolución o cojudez? Reflexiones con mi gata como testigo

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Siempre creí que con los años uno se volvía más sabio, más racional, más escéptico. Hasta que, en una conversación reciente, un amigo me iluminó con una frase lapidaria: "Los años nos vuelven cojudos". No supe si reírme o sentirme ofendido, porque, claro, yo también había notado que la gente de mi generación parecía haber perdido el rumbo. Pero, ¿y si mi amigo tenía razón y yo era igual? De jóvenes, mis amigos y yo debatíamos con fervor sobre ciencia, filosofía, historia y política con una rigurosidad que nos hacía sentir los sucesores naturales de la Ilustración. Pero ahora, con los años, algo pasó. Nos reencontramos y, para mi sorpresa (o desgracia), muchos han derivado en fervorosos consumidores de teorías conspirativas, remedios mágicos para el COVID, negacionismo climático y una inquebrantable fe en que el gobierno, los reptilianos y Bill Gates se han confabulado para controlar nuestras mentes a través de las vacunas. Pero eso no es todo. Aquellos que accedieron a la edu...

Comprando el pan con Kahneman

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  Cada mañana, después de alimentar a la gata, salgo a comprar pan. Es casi una rutina mecánica, pero ese día algo rompió la monotonía. Al dar la vuelta a la esquina, me encontré con un río sucio y pestilente cruzando la calle. No era un charco cualquiera; el agua corría con ese inconfundible color de desastre urbano. Desagüe atorado, pensé. Un asco. Me detuve a evaluar la situación. ¿Cómo cruzar sin mojarme? Encontré el punto más estrecho y di un salto preciso. Lo logré. Llegué seco a la panadería. —Qué desastre lo del desagüe —comenté mientras me daban el pan. —¿Desagüe? No, es agua limpia —respondió la vendedora. Me quedé en silencio. No podía ser. Yo lo había olido. Salí de la tienda y seguí el cauce hasta su origen. Efectivamente, era una fuga de agua potable. Volví al mismo charco de hace minutos y lo olí otra vez. Ya no olía mal. Allí recordé a Daniel Kahneman y su libro «Pensar rápido, pensar despacio». Nuestro cerebro ama las respuestas rápidas: si algo parece sucio y hu...

La suerte entre suspiros

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Eran los primeros años universitarios y como es natural, los afectos se despertaron hacia una universitaria buenamoza de mi facultad a quién no había logrado del todo convencer sobre las bondades de recibir mis amorosos cariños. Mi tío Aldo, un joven y experimentado abogado con quien tenía la confianza como para compartir las frustradas experiencias en mis intentos de persuasión, me recomendó el invitar a mi quitasueños a caminar por el Puente de los Suspiros en el apacible y siempre romántico distrito de Barranco. Para esto mi tío me capacitó sobre la magia que tenía el lugar para la inspiración de compositores y poetas que me servirían de tema de conversación. Me contó sobre dos composiciones que nos había dejado Chabuca Granda: Puente de los Suspiros y Fina Estampa. La primera nos describe los detalles que posee el puente y cómo crea lazos tan amorosos que su presencia es escenario y motivo del encuentro, mientras su distancia —desde la simbólica perspectiva de una voladora conceja—...