Tres historias felinas



Napoleón III

Corría el año 1986 y por costumbre los muchachos de la cuadra solíamos conversar en la reja fuera de casa en la urb. Salamanca en Ate, en medio de la tertulia apareció un gatito extremadamente flaco,  de color blanco, empezó a maullarnos y entre los amigos estaba Nano, un estudiante de medicina veterinaria, al verlo diagnosticó:

–Pobrecito, está en un grado extremo de desnutrición, un mes más y se muere.

–Un momentito ¿y si le doy de comer?

–Igual, mira cómo se le ven las vértebras, así le des de comer, es irreversible.

Entonces entré a casa y le comenté a mi papá la situación, proponiéndole que ya que le queda un mes ¿por qué no hacer que ese mes coma bien? Yo no estaba en condiciones económicas como para poder financiar el proyecto, pero mi papá sí.

–Está bien, pero tenlo solo en el patio de afuera.

Le dimos leche (en aquella época no se sabía que el 80% de gatos son intolerantes a la lactosa, tampoco el pobre gatito estaba para exquisiteces), le pusimos a solicitud de Pepe, un amigo de la cuadra, Napoleón III respondía al nombre de Napo y en caso extremo al clásico Michi. Lo cierto es que, al mes, lejos de morirse engordó, lo bañamos (mi abuelo Pío que vivía al frente ideó un novedoso método para bañarlo con esponjas), Napo terminó acompañando las siestas de todos, nos acompañó hasta que nos mudamos, pasó a vivir con mi abuelo Pío, hasta que el gatito desapareció con la llegada del circo Norteamericano y sus leones el año 1988 junto con gran cantidad de mascotas del barrio, literal fue presa de los leones del circo.

La gata sin nombre  

Año 2002 trabajaba haciendo turnos rotativos en una fábrica que entre sus productos tiene una de las mejores arenas para gatos del mundo, y cuando estaba de amanecida me visitaba a la oficina una gata negra a quien al comienzo le brindaba un poco de agua y después le compraba croquetas las cuales comía con mucho gusto, alimento que tenía que cuidar pues uno de mis compañeros de trabajo gustaba degustar. 

–Prueba, son ricas –me comentó ante mi sorpresa. Lo hice y efectivamente eran ricas las croquetas.

La gatita me acompañó hasta mi renuncia el 2006 pero ya era la engreída de toda la planta, el último día que estuve allí uno de mis compañeros y amigo, Santiago me dijo: 

–No te preocupes por tu gatita, yo me encargo de alimentarla.

Y así fue hasta que un día me encontré con un excompañero de trabajo y me contó que los gatitos se habían multiplicado pero que todos estaban encantados con ellos, mas ocurrió el siguiente problema, un comprador grande quería comprar productos para la comunidad judía y estos exigían el certificado Kosher y para ello había que eliminar a todos los gatos para cuando llegue la inspección de un rabino. Me entristeció.

Cuando en el 2016 recibo la llamada de la jefa de laboratorio solicitando mis servicios por unos meses (que se convirtieron en casi 2 años) para que reemplace a una amiga que se había enfermado, así que sorpresivamente volví a trabajar en la planta.

En una amanecida caminando por los recovecos de la fábrica, escucho un maullido, era ella, la gatita negra ya ganada en años que no se había olvidado de mí, había sobrevivido a todos los vaivenes humanos, incluyendo las crueldades de los certificados Kosher. La cargué y le llevé nuevamente comida como en los viejos tiempos.

La gata Derridá

 Verano del 2023, ventanas abiertas por el calor, empezó a meterse una gatita delgadita y pequeña, al comienzo la sacábamos, después se me partía el corazón sacarla y si estaba solo la dejaba que entre e investigue solo cuidaba que no se suba a camas o mesas. Le compré comida y la señora que me la vendió me comentó:

–Si le da de comer se va a quedar.

Mi señora me dijo:

–¿Por qué no la adoptas con todas las de la ley?

Y así fue, la bañamos, esterilizamos y alimentamos que ahora está grande robusta y hermosa, solo que para vacunarla le exigían unos análisis previos donde salió bien en su hemograma, pero tiene la presencia de un virus llamado VLF, virus de la leucemia felina, lamentablemente contagioso para otros felinos y afortunadamente no es contagioso para humanos u otras especies. Lo importante para que no se pronuncie la enfermedad, pues el virus pende como una espada de Damocles sobre ella, es que esté bien alimentada y sin estrés, consideraciones que felizmente tiene en casa donde es tratada como una reina, a tal punto que en casi 30 años de matrimonio nunca escuché por parte de mi esposa tantos tequieros hacia a mí como los que escucho le brinda a la gatita en apenas unos meses. Le puse Derridá en honor a un filósofo francés llamado Jacques Derrida (al nombre de la gata le puse la tilde para que en español suene igual que el original francés), este filósofo se caracteriza por utilizar un método para pensar situaciones llamado  “deconstrucción” en sus trabajos filosóficos, un especialista en analizar los temas utilizando las construcciones lingüísticas para cuestionar su origen, deconstruirlos y dar nuevos alcances distintos a las creencias dadas comúnmente como irrefutables. Su último trabajo (publicación póstuma) trató sobre animales “El animal que luego estoy si(gui)endo”. parte de la famosa frase de Descartes “pienso luego existo”, quien con esa lógica ignoraba a los animales no humanos pues pensaba que no pensaban y por lo tanto era como que no existían. Los filósofos posteriores no se preocuparon por el tema de los animales no humanos hasta que llegó Derrida. Derrida deduce que los animales no solo piensan, sino que sienten, sufren no solo el dolor físico y placer, sino que tienen sentimientos sobre personas y otros animales (hasta muchas veces con mayor intensidad que el ser humano). Stephen Hawking, el físico tuvo la misma preocupación, así que convocó a un grupo de neurocientíficos para estudiar sobre el pensamiento y la conciencia en los animales humanos y no humanos. El 2012 este grupo de científicos elaboraron la “Declaración de Cambridge sobre la conciencia” donde concluyen que las diferencias cerebrales de animales no humanos y humanos están en el neocórtex y esto no influye en el pensamiento, conciencia y sentir de los animales mas sí en su capacidad de comunicación. 


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