¿Por qué las navidades tienen un toque de tristeza?

 

Llevando a lavar el auto aquí en Ventanilla, Perú, me tocó la atención de un lavador venezolano que cuando uno de sus compañeros (peruano) le hizo referencia de dónde iba a pasar la navidad, el tipo rompió en llanto. Le dije que se tranquilice que es un día cualquiera donde amanece y anochece, que todo depende del sentido que cada uno le dé, pero no funcionó, el dolor que le traía la añoranza por su familia lejana podía más, esto me llamó a reflexionar sobre el tema.    

Cuando pequeño las navidades eran completamente alegres. La tradición era pasarla en Lima en la casa de mis abuelos paternos, salvo uno que otro año excepcional que la pasábamos en provincia. La nochebuena consistía en bañarse, ponerse ropa nueva muchas veces confeccionada por mi abuela o por mi mamá y salir a la calle con mi primo Lalo y los amigos de la cuadra a reventar cuetones, cuetecillos y chispitas. Sin ningún remordimiento de conciencia pues la ignorancia no nos hacía sospechar el daño que se les hacía a las mascotas, aparte que no había tantas mascotas como lo hay hoy en el siglo XXI. Llegada las doce comíamos pavo con ensalada de verduras, panetón y chocolate soportando con gusto el calor para salir nuevamente satisfecho a seguir con mayor énfasis la quema de pirotécnicos. Conforme fui creciendo me fui enterando el significado religioso de la fiesta. No era Papá Noel y sus regalos, sino era el nacimiento del hijo de Dios. Pero algunas cosas no me cuadraban y no me atrevía a preguntar: ¿por qué mi mamá y mi abuela decían que para navidad había más robos? ¿Cómo Dios podía permitir eso? El momento cumbre de mis dudas, fue una navidad en Trujillo, cuando tendría 8 o 9 años y leía todo lo que me llegaba a las manos me sorprendió leer en la página de policiales que ¡la gente moría también en navidad! Recuerdo que había en las páginas del diario La Industria de Trujillo un muerto por atropello por un irresponsable que había bebido demasiado, y un asesinado en un atraco. ¿Cómo Dios podía permitir eso en el cumpleaños de su hijo? Luego vino aquel poema de Valdelomar “El hermano ausente en la cena de pascua”. Al primero que me atreví a preguntarle sobre estos temas fue a mi abuelo piurano, al escucharme se sonrió y me dijo: “esas cosas pregúntale a tu abuela”, me dejó la impresión que sabía la respuesta, pero no se atrevió. Ya con los años la curiosidad me hizo redondear la historia –quizás la que mi abuelo conocía–, la de una tradición inventada un poco más de mil años atrás, la tristeza de navidad se puede explicar porque siempre en la vida habrá ausencias incluyendo la de un Dios agazapado, ausente y quizás ni enterado de la preciosa fecha que gran parte del mundo ha tenido a bien o a mal creer, a bien porque es motivo de encuentros o a mal,  por ser motivo de resaltar ausencias que ninguna entidad todopoderosa, buena, sobre humana sabe calmar.


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