¿Qué sienten los que duermen en cuidados intensivos?

 


 El verano llegó a Ventanilla donde todo es sol y alegría. Después de 2 años de pandemia por la infección que provocó el SARS-COV-2 por fin gracias a la vacunación masiva, la fiesta en la playa volvería al distrito. Pero ocurrió lo impensado: la empresa Repsol nos contaminó el mar con miles de barriles de petróleo. Ahora el ventanillense tendrá que buscar otras opciones de playas más lejanas, quizás por ello el especialista local en radiadores ardía no solo por el sol inclemente sino por el trabajo sin pausa, el radiador de mi auto necesitaba su auxilio urgente para que el motor pase fresco el verano

En un organizado canchón en la auxiliar de la avenida Néstor Gambeta, entre la polvareda del viento marítimo casi fresco, podemos encontrar diversos negocios automotrices: un lavadero de autos, especialistas en frenos, suspensiones, planchadores, pintores y por supuesto a Willy el “radiadólogo”. Habría que esperar, cuatro vehículos antes que el mío. Provecho Willy. Pero en ese esperar se arma la tertulia: un antivacunas que cuando confesó su ignorancia en asuntos médicos nos hizo tomar mayor distancia –nos describió su consumo diario de cañazo (aguardiente de caña de azúcar) y sus bondades, según él, preventivas del COVID 19 y también curativas de resacas. Otro nos contaba como hacía negocio recolectando con su camioneta aceites comestibles usados para después venderlos a las jaboneras, otro era especialista en máquinas hidráulicas y soldadura con plata, discutíamos que por el avance de los vehículos eléctricos el fin del uso de radiadores se veía cerca, cosa que Willy y su ayudante negaban y reían confiados en que el cambio será lento y que tendrán trabajo hasta por lo menos 10 años más.

Cuando por fin Willy “atacaba” mi radiador antiguo y ponía un impecable radiador de aluminio, llegó don Luis, al parecer un antiguo cliente pues se abrazaron con cariño y precaución de pandemia.

–¡Don Luis! ¡Qué pasó! ¡Más de un año! –le comentó Willy.

–Recién estoy recuperado, ¡casi me voy al otro lado!

–Qué pasó ¿COVID? –intervine.

–Estuve en el Sabogal, un mes en UCI intubado, fue antes que lleguen las vacunas. Recién he recuperado peso, entré con 93 kilos y salí con 63, como un año de terapias y por fin ahora recién puedo empezar mi vida normal.

–Dígame, ¿lo durmieron? –le pregunté.

–¡El doctor no me quería dormir! Decía que por mi gordura era riesgoso porque tenía 88 de saturación, a lo mejor no despertaba. Pero vi a los demás y ni cagando iba aguantar estar boca abajo con los tubos despierto. Me la jugué.

–Y dígame, ¿qué se siente? ¿sueña? –le hice la pregunta que hace tiempo tenía como curiosidad.

–Sí, se sueña todo el rato, pero el primer sueño que tuve fue de lo más extraño.

–¿Porqué? –indagué.

–Porque parecía real. Primero estaba parado frente a un tipo intubado, después me percaté que se parecía a mí, me acerqué y era yo. Capté que era como si hubiera salido de mi cuerpo. Entonces caminé hacia la salida del hospital, veía a los doctores y enfermeras chambeando con los enfermos, caminé, salí del hospital, al frente del hospital era diferente había un camino iluminado que me llevaba a un cerro.

–Ah caramba –dije. Ya los demás estaban atentos al relato de don Luis, Willy dejó de batallar en la instalación para escuchar.

Luis siguió su relato: Fui caminando hacia el cerro por el camino, en eso me crucé con un amigo del colegio, según lo que recuerdo mi amigo había fallecido hace como 3 años, me saludó:

–Luchito, ¿qué haces por aquí?

–Estoy mal hermano, con esa enfermedad nueva.

–Pero si estás mal, ¿para qué te vas pal cerro? ¡Regresa al hospital!

–¿Tú crees?

–¡Por supuesto!

Me despedí y di media vuelta de regreso al hospital y me encontré con mis padres, que tampoco están hace tiempo en este mundo, mi mamá se acercó.

–¡Hola, hijo! ¡Después de tiempo! ¿Cómo estás?

–Mal mamá, estoy con esa enfermedad nueva.

–Si estás mal, entonces regresa al hospital inmediatamente, ¡anda! Danos un abrazo y anda –abracé a mis papás y seguí de retorno. Ya en la puerta del hospital me encontré con un compañero del colegio y mi hijo, ellos sí están vivos.

–Gallina ¿qué haces aquí? Regresa al hospital.

–Hola mono, no estoy para juegos, estoy mal con la enfermedad nueva –siempre jugábamos con los hinchajes de nuestros equipos de fútbol.

–Justamente papá –dijo mi hijo–, el monito ha hecho una colecta con la gente de tu colegio y ahorita nos estamos yendo a comprar algunas cosas que nos ha pedido el médico, creo que tú deberías entrar al hospital –entré al hospital después que los vi subirse a un taxi, alcancé a ver que era un Hyundai Elantra.

Luis quedó en silencio como recordando más.

–¡Interesante! Pero ¿tuvo más sueños?

–Sí pero ya no tan reales, soñé casi todo el tiempo que veraneaba en una isla paradisiaca, lo curioso que mi hija también estuvo en UCI y soñó todo el rato que viajaba, lo que más recuerda es un viaje a China.

Mi radiador ya estaba como nuevo, agradecí por la reparación a Willy, a Luis por su interesante historia que me hizo despejar la incógnita sobre qué era lo que sentía un paciente en UCI inducido al sueño.

–Ah, lo último –dijo Luis antes que me vaya–, cuando salí del hospital y hablé con mi hijo y mi amigo el mono, fue verdad lo de la chanchita de la gente de mi colegio y que se subieron a un taxi Hyundai Elantra para ir a comprar algunas cosas que necesitaba.

Todos nos quedamos admirados. 

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