No era tóxica, ¡sabía toxicología!

 

Ante la pandemia por el virus SARS-COV-2 poco a poco mediante el resultado del trabajo científico se va aprendiendo más, pero en ese ínterin empiezan a pulular por redes gran cantidad de teorías conspirativas e inspiradoras soluciones mágicas sin ninguna evidencia ni la rigurosidad del método científico.

En ese contexto apareció el dióxido de cloro como panacea, los que lo defendían apelaban a una extraña lógica que confundía la limpieza de superficies con los compuestos químicos que se utilizan como medicina.

Desde la aparición del WhatsApp se han formado grupos de amigos de las más diversas épocas de la vida: del colegio, la academia, el instituto, la universidad, los trabajos, etc.

En el grupo de la universidad el debate estaba candente, por mi parte que con los años me he vuelto escéptico en casi todo aspecto, me inclinaba por los que no aceptaba (ni lo acepto) al dióxido de cloro como medicina.

Los dejé discutiendo y me fui donde Wilfredo más conocido como Willy “el mecánico de Jamaica” (Jamaica es una zona de Ventanilla camino a la playa). Justo encuentro a Willy con otro cliente hablando de las bondades del dióxido de cloro para la prevención de la infección del SARS-COV-2 y su enfermedad el COVID-19.

Mientras los escuchaba pensaba en cómo poder explicar con contundencia la confusión de desinfección de superficies con el combate de infecciones virales o bacteriales a nivel biológico. Entonces fue que sonó mi celular, era mi amiga y compañera universitaria Evelin, me saludó con afecto, pero de inmediato con pasión y vehemencia alzó la voz contándome indignada la discusión que estaba ocurriendo en el grupo de WhatsApp. Su voz se escuchaba fuerte a tal punto que el mecánico y su cliente entraron en silencio y me comentaron: “¡qué brava tu señora Jorge!”.

–No es mi señora, es una amiga que ha estudiado en su doctorado toxicología y está indignada con los que creen en el dióxido de cloro –justo en ese momento Evelyn empezó a explicarme el proceso que pasa un medicamento para ser aprobado, de inmediato puse el altavoz–. Escuchen –les dije.

Y Evelin dio una cátedra de toxicología, todos en la mecánica la escuchamos en silencio y suma atención, la entendimos a la perfección y nunca más se volvió a hablar en Jamaica sobre el dióxido de cloro como alternativa medicinal.

–Disculpa Jorge lo fuerte que hablo, sino que me indigno –me dijo Evelyn.

–No, más bien gracias a tí, prácticamente me has dado una clase de toxicología –debí decir nos has dado.

 Cómo no la grabé.


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