El sagrado Gato Negro

 

Era de noche en la ciudad de Chimbote y Hugo el sacristán estaba enfrascado en una amena charla con dos de sus amigos del barrio. El matiz de la tertulia era el vino de la tienda de doña Ágata que aburrida por la lentitud de los bebedores callejeros y la escasa venta decidió cerrar ni bien llegó la medianoche. 

Cuando por fin se acabaron las dos cajas de vino—en tetra pack chileno—, se dieron con la ingrata sorpresa que la tienda había cerrado. Ya sea por la cháchara o por la espiritualidad de la bebida, se dijeron "esto no se puede quedar así" y aguzaron el ingenio para encontrar una alternativa dentro de esta economía social de mercado en la que vivimos. 

—¡Ya sé muchachos! —inspirado el sacristán—, hacemos la chanchita para un litro más, como yo tengo la llave de la parroquia vaciamos en una de las cajitas vacías el vino de misa y mañana temprano compro una caja y la repongo en la botella.

Todos celebraron la idea. Hasta yo, cuando Hugo tuvo a bien contarme la anécdota.

El plan salió de maravillas, en la misma panadería en la que compró el pan mañanero una hora antes de la primera misa Hugo ya había comprado el vino y en los preparativos rituales, repuso el sagrado líquido. "Todavía sobró un poco" pensó Hugo.

Arrancó la primera liturgia y el cura después del clásico "esta es mi sangre…" probó el vino convertido mágicamente en sangre pero era una sangre con resaca de sábado.Hugo se sorprendió ante la mirada de reproche del cura y alcanzó a escuchar "es

Gato Negro, sacristán de mier…" junto a un poco apreciable eructo.

—Parece que el vino de misa es diferente, es más suave —me alcanzó a contar Hugo. 

(J. Atarama)


Comentarios

Unknown ha dicho que…
Muy entendido de vino era el cura 😂😂
Jorge Atarama ha dicho que…
😂😂😂😂

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