Matrimonio Huanca

Aunque todos saben que tengo fama de agarrado —perdón, de economista emocional—, aquel día me dejé llevar por el afecto. El novio era buen tipo, así que decidí romper la chanchita y, en un acto de generosidad rayano en el despilfarro, me fui al Mercado Central y adquirí una caja de copas de cristal finísimo, procedente de la lejana y prestigiosa provincia china de Jiangsu… o al menos eso aseguraba el vendedor, con la solemnidad de quien está cerrando un tratado comercial. Pero no bastaba con que el contenido fuera valioso: tenía que parecerlo. Así que lo llevé a envolver profesionalmente. Papel brillante, cinta dorada, y una tarjeta manuscrita que decía “Con cariño” en letra tan fina que parecía haber sido escrita por Confucio con plumón dorado. La boda sería en la “incontrastable” ciudad de Huancayo. Y claro, poner mi obsequio en la bodega de un bus —aunque sea VIP y venga con asiento reclinable y mate de coca— me parecía una herejía logística. Así que fui en mi auto, con la caj...