Los sueños hípicos de mi abuela Fausta

 


Eran finales de los 70s o comienzos de los 80s. Mis abuelos piuranos vivían en Lima, mientras que mis padres, mi hermano y yo en Trujillo. Las vacaciones de tres meses de verano las pasábamos con los abuelos en Lima. Con qué cariño los recuerdo. Mi abuela siempre risueña, atenta ante la ocurrencia de alguien para explotar en estruendosa carcajada. Mi abuelo se contagiaba de ella, y todos disfrutábamos de sus cualidades culinarias, pues como buena hija de la ciudad de Catacaos cocinaba delicioso. Ella expresaba su cariño con su risa, con sus comidas y con sus oraciones.

Con mis abuelos aprendí mucho, mientras mi abuela era de tener un pensamiento mágico, muy religiosa, mi abuelo era más de la lectura y la razón.

Dentro de la magia de mi abuela estaban sus sueños hípicos. Su apuesta favorita era la dupleta (acertar los ganadores de dos carreras seguidas). Si no estaba cocinando o haciendo sus quehaceres domésticos estaba estudiando los semanarios hípicos, si mal no recuerdo su favorito se llamaba “Pura timba”. No gustaba ir al hipódromo, sino escuchar las carreras y los comentarios ya sea de Augusto Ferrando, Roberto Álvarez Calderón (Robalca) y Federico Roggero.

–Hijo, acompáñame a la agencia del Jockey Club que me he soñado una dupleta. –me pedía.

Con gusto la acompañaba y desde el primer paso que ponía en ella, el murmullo natural del establecimiento cesaba. Mi abuela solo iba a la agencia si su apuesta provenía de un sueño. Siendo muy católica, tenía la creencia que Dios le dictaba los números ganadores. Y nunca sus sueños le fallaban. Como ella solo se aparecía a comprar personalmente lo de sus sueños, lo de sus estudios “conscientes” me los encargaba a mí o a cualquier familiar, por ello en el establecimiento tenía fama de infalible. Había un jugador –me imagino que ya jubilado-, que pasaba todo el día en la agencia, estudie y estudie, apueste y apueste. Al mirar a mi abuela, su rostro se le iluminaba, se acercaba presto, y con suma delicadeza le decía:

–Mil disculpas señora, no sé si ¿sería tan amable de brindarme sus numeritos?

–Con gusto, espere que los compre y se los muestro.

La alegría del jugador era inmensa. Por mi parte, la primera vez me intrigó, pero al confirmar su infalibilidad, me volví también aficionado a los “burros” como cariñosamente le llaman en Perú a la hípica. Así, atento a los sueños de mi abuela, podía multiplicar mis exiguas propinas y salir de misio al menos por las vacaciones de verano.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Muy bueno, recordé algo parecido que le sucedió a mi mamá. Ya se de donde tu estruendosa carcajada .😄
Edith ha dicho que…
Recordé episodios similares, tengo una tía muy acertada, su intuición abarca no sólo caballos,también juegos de azar y rifas y bingos.
Unknown ha dicho que…
Muy buena y ágil la historia,la disfruté mucho
Gracias 😄☺️
Lalo ha dicho que…
El otro semanario era "La Cancha"....acuerdate....

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