Ese que va a patear ¡ese es mi hermano!!!


Me metí a la patrulla Lobos de los Boys Scouts gracias a mi amigo Gabriel que necesitaba gente que juegue algo de fulbito para defenderlos en el campeonato Scouts que se acercaba.
Fuimos varios de la cuadra que ya nos conocíamos futbolísticamente de memoria, así que ese no era problema. Los sábados teníamos que cumplir con el protocolo de asistir a las reuniones. De lo más interesante aprendimos a realizar nudos, a orientarnos con la salida del sol y un largo etc.
Entrenamos y ante la eventualidad de los penales empezamos a practicarlos para ver quien era la primera, segunda y tercera opción. Este servidor resultó ser el adecuado, no fallé ninguno de práctica y además pese a usar el 13 en la espalda mi posición era de 9 fogoso y a la hora que el rival tenía la pelota jodido hasta que el cuerpo aguante.
Mi hermano al cual le llevo 7 años, en ese momento contaba con 6 años quedó maravillado y empezó a organizar la barra.
Cuando entramos al campo la pica pica y los gritos convertían todo en una fiesta. Cada vez que tomaba el balón escuchaba: "¡ese es mi hermano!!!"
El partido lo esperábamos ganar pues no era un rival de cuidado no tenían los años jugando juntos como nosotros. Atacamos y atacamos pero la pelota se había encaprichado en no ingresar al arco rival. Peor aún el rival estrelló un tiro al palo que me desacomodó un poco el estómago. Ya desesperados un compañero manda un cañonazo al bulto y la caprichosa tiene a bien reposar cómodamente en la mano abierta de un defensor. El pitazo del árbitro señalando el punto de penal ya me estaba conviertiendo en el héroe del futuro que me daría una semana de gloria en la cuadra y por supuesto en casa.
Tomé la pelota para ponerla en el punto fatídico. Golpeé la punta de mi zapatilla contra el piso para que quede libre de cualquier residuo que pueda originar una trayectoria diferente a la deseada. Cuando me percaté que la voz de mi hermano era más notoria al parecer  se empeñaba en hacer saber a toda la gente con el pecho henchido de emoción y orgullo que su hermano iba a meter un gol.
- Ese que va a patear, el trece, ese mismo ¡ese es mi hermano!!!- su vocesita llegaba nítida a mis oídos y a mi corazón "¡Ese que va a patear!!! ¡ese es mi hermano!!!

La voz de mi hermano no daba espacio para lujos ni nada tenía que corresponder y asegurar y lo mejor era un remate fuerte a un costado. Así lo hice todavía recuerdo que rematé con toda mi alma pero a pesar de ello en mi recuerdo la pelota fue en cámara lenta y chocó con fuerza en la boca del estómago del arquero que cayó ahogado y feliz de la misión cumplida ante mi sorpresa. Los rivales celebraban. Cuando después de un silencio aparece la voz de mi pequeño hermano.
- Mi hermano es un huevón.- no era para menos.


(imagen extraída de http://www.infoguiadigital.com/index.php?seccion=4&subseccion=40&item=274) 

Comentarios

esteban lob ha dicho que…
jajajaja. Muy buena Jorge.

Esa es la diferencia entre convertir un penal o perderlo.
Claro que en un Mundial resulta peor todavía.
"Levemente" peor ¿no?

Abrazo.
Anónimo ha dicho que…
Hola, Jorge:

He pasado un buen rato leyendo tus anécdotas.

¡Ese es mi tocayo!

Saludos desde Alemania
Jorge Atarama ha dicho que…
Gracias Esteban y Jorge por la visita. Un gran abrazo.

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