Ruego por tu vida

Uno de mis amigos más queridos tiene desde pequeño a su tío Carlos como un héroe aventurero. Entusiasta comerciante el satisfacer mercados lo a llevado a los más diversos pueblos del Perú. La historia que quiero contar sucedió camino a Santiago de Chuco la tierra del excepcional poeta César Vallejo. Para poder llegar a esta ciudad es necesario ir primero a Otuzco y de allí existe una carretera afirmada que nos lleva a Santiago de Chuco. En aquella época (mediados de los ochenta) solo habían dos buses que cubrían la ruta de aproximadamente 66 km de pista malísima (hasta ahora a pesar de ser otro siglo sigue siendo mala en especial los meses de lluvia que es de diciembre a mayo). Cuando digo dos buses me refiero no al número de empresas sino literalmente al número de buses existente. Entonces al sacar el boleto había que esperar casi tres horas entre salida y salida. Carlos ya estaba listo para partir, cuando poco antes de subir al bus una señora natural de la zona con su típico traje y unos bultos amarrados a la espalda con español mezclado con quechua y en tonalidad de ruego le pide que por favor le ceda su sitio pues ella tenía mucha premura en llegar. La primera impresión del tío Carlos fue el negarse imaginando lo aburrido de esperar 3 horas más. Pero a la continua y desesperada insistencia de la señora Carlos accedió. La señora lo abrazó, le regaló un choclo con queso y se fue feliz.
Carlos después de la espera subió al bus. casi a una hora de camino en un desolado y bello paraje del trayecto estaba el otro ómnibus completamente quemado al lado de la carretera. El bus paró y todos bajaron a ver si podían ayudar en algo. Carlos identificó el cuerpo sin vida de la señora al lado de un charco de sangre. Al parecer habían sido víctimas de un sanguinario atraco, los malhechores después de disparar a los pasajeros y llevarse lo de valor prendieron el bus.
Carlos fue a un costado, vomitó, tomó un poco de agua y reflexionó sobre su vida. Pensar que la señora le rogó, lloró, le dio de comer y le agradeció con un abrazo el mantenerse con vida.

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