Fraude


El aroma de incienso lo invadía todo. Harold entró con un poco de temor y preguntó por el maestro a una mujer que lo miró de pies a cabeza. La mujer tenía un aire propio de ser de la selva de Perú, la sensualidad emergía de forma natural como un agradecer a la vida.
- Buenos días ¿atiende el maestro?
- Sí, espere su turno.
Se sentó en la sala de espera, ojeó con la mirada toda la estancia tratando de encontrar algo en qué entretenerse, descubrió colgado en la pared recortes periodísticos encuadrados donde se hablaba de los aciertos del maestro y de la efectividad de sus artes de la magia.
Salió la mujer. Harold solo atinó a disfrutar el movimiento de sus piernas apenas cubiertas por una minifalda. No obstante la belleza, no tuvo tiempo de recrear su pensamiento en una escena amatoria, su mente estaba en el brujo y dar rienda suelta a su venganza.
- Pase- le dijo la mujer- el maestro lo espera.
- Gracias.
El maestro lo esperaba sentado en posición de loto encima de una estera. El ambiente se presentaba difuso producto del humo que Harold no pudo descifrar que lo provocaba pero el aroma era agradable y relajante, Harold empezó a sentir sueño.
- Siéntate y relájate - dijo el maestro.
- Maestro yo quiero...
- No, no me digas nada- en ese instante tomó sus cartas y empezó a leerlas. A su costado tenía una botella con un líquido verde, tomó un trago, gargareó y lo expulsó por encima de Harold formando una nueva nubosidad pero esta vez refrescante. Era la sensación del amanecer y sus rocíos sumado a un aroma herbal.
- Te han robado y quieres que a esos malditos les vaya mal. - Susurró el maestro con convicción. - Mira- continuó el maestro- no es necesario odiar, el universo se encarga de corresponder a cada uno de acuerdo a sus actos.
- Pero maestro - intervino Harold- esos desgraciados se meten por internet, crean virus y roban a la gente, se ocultan tras sus programas y gusanos informáticos, yo quiero saber si usted les puede hacer pagar por eso. La tecnología no puede con ellos pero ¿qué me dice de la magia? ¿Puede maestro con ellos? ¿Puede hacer algo con esos malditos?
El maestro abrió los ojos y miró fijamente a Harold. Era un reto lo que se presentaba. Harold pensó en los recortes periodísticos de la sala de espera, intuyó que el maestro le leía el pensamiento así que decidió pensar en los recorte y tentar su poder. El maestro tomó su rostro con el índice y el pulgar de la mano derecha a la vez que fruncía el ceño. Respiró hondo.

Comentarios

Gabriela Palomino ha dicho que…
Siempre tengo una leve y lejana impresiòn cuando te leo, a pesar de relatar de manera, digamos espontanea y temas actuales, siento que un aire mistico encierran tus palabras.

Un abrazo enorme Jorge. Se agradecen los buenos deseos.
Sandra S. ha dicho que…
Me habré saltado algo? que paso?
jajajaja quedé inconclusa....

Cariños
Jorge Atarama ha dicho que…
Habrá continuación de la historia, esta es solo la primera parte. Saludos

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