El Pacto

El abuelo había fallecido y después del entierro un café acompañaba la conversación familiar.
- ¿Cómo será el otro mundo? - Preguntó Margarita la hija adolescente.
- ¿Si uno tuviera forma de saberlo? Es un total misterio- Comentó Alberto el padre
- Familia - dijo Josefina- ¿Por qué no hacemos un pacto?
- ¿Un pacto? ¿cómo es eso? - Inusualmente interesada Margarita que casi nunca conconcordaba con las ideas de sus padres.
- Pues simple, el primero que muere le muestra a los demás como es el otro mundo.
- No es que sea cruel pero es realista hablar con la abuela sobre esto, es más probable que ella pueda hacérnoslo conocer antes. - dijo Alberto.
- Pero ¿cómo le decimos?
- Ya los escuché - dijo la abuela parada bajo el lindero de la puerta- estoy de acuerdo cuando muera les jalaré las patas.
- No seas mala pe abue, no nos des miedo.
- No se preocupen no les voy a hacer nada pero veré la forma de enseñarles el más allá, claro si me toca primero, en la vida nunca se sabe.
- Bien entonces familia ¡trato hecho! al primero que le pase algo, busca la forma de comunicarle como es el otro mundo a los demás - selló Alberto la conversación todos se abrazaron al centro de la sala para dar por sentado el pacto.
Los años pasaron y fue Alberto que conduciendo por la avenida que bordea las playas de Lima llamada Costanera sufrió un golpe con una piedra que reventó el parabrisas por efecto de una combinación mortal de velocidad con un sismo que azotó la capital. Quedó en estado de coma, estaba en una cama de hospital rodeado de muchas camas, lo tenían con suero y respiración artificial a 20 soles la hora. Margarita ya hecha una señorita miraba a su padre con mucha pena evocando los momentos de su vida con él, quien de un momento a otro recobró el ánimo y dijo:
- Margarita, no te olvides del pacto, meditación es importante allí será.
La familia hace unos años había seguido un curso de meditación en su búsqueda de encontrar la paz espiritual tranquilizando el pensamiento, todos los miembros del pacto se reunían los fines de semana para practicar, incluyendo a la abuela que inicialmente se oponía pero que con el tiempo se volvió practicante diaria.
El cuerpo de Alberto no resistió y llegó el momento de partir, se cumplió con el ritual del velorio y entierro y en vez del café se reunieron para meditar.
Las luces se apagaron, se alumbraban con una gran vela que los arrullaba desde la mesa de centro, se sentaron en posición de loto y reinó el silencio. Como les había enseñado alguna vez un maestro repitieron un mantra doce veces, luego empezaron cada uno dentro de su mente a realizar preguntas obvias como por ejemplo ¿cómo te llamas? ¿dónde naciste? así hasta llegar a preguntar por Alberto. Un frío invadió la sala. El mensaje era: "Esto es un error, estoy vivo ayúdenme". El ritual de la meditación continuó. Cuando cada uno retornó del trance los rostros eran de preocupación.
- ¿Qué hacemos? - Preguntó Margarita
- Vamos al cementerio. - dijo la abuela
- Pero debe estar cerrado a esta hora de la noche.
- Qué importa vamos igual- dijo Josefina.
Al llegar al cementerio tuvieron que convencer al vigilante, mostrar sus documentos, jurarle que no eran estudiantes de medicina. El tiempo pasaba y puede que Alberto este vivo. Margarita sacó fuerzas y tiró la pared del nicho con el cemento algo fresco todavía. Sacaron el ataud que estaba entreabierto. Lo encontraron con los ojos abiertos y las manos empujando hacia arriba en actitud desesperada. Se miraron unos a otros aterrorizados.
- ¿Y ahora que hacemos?- intrigada y confundida Margarita.
- Reunirnos mañana - orientó la abuela- en la meditación de mañana esta vez quizá Alberto nos muestre lo prometido.

Comentarios

Gabriela Palomino ha dicho que…
Excelente similitud con Hitchcock, aunque una historia parecida leí hace algún tiempo, llamada "La Promesa"...

Buen relato. Exquisitez para mi morbo.

Saludos.
ysraelg7 ha dicho que…
¡¡¡Uuuuyyy que miedo¡¡¡¡ cada vez que entro a tu blog tengo que quedarme quieto a la maquina y no pensar que vendrà de ti... me alegra mucho que sigas asi, tan mìstico y sobre todo muy interesante... Un abrazo.
Gonzalo Del Rosario ha dicho que…
¡Qué macabro!

Yo hubiera hecho la técnica de Kill Bill.

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